Hace no mucho tiempo, me parecía que las estaciones de autobuses tenían cierto encanto; y hasta podríamos llegar a decir romanticismo.
Me parecía poético el que tantas personas estuvieran juntas en un mismo sitio esperando para poder volver a casa, ir a sus trabajos o a cualquiera que fuese su destino.
Ahora, después de llevar mucho tiempo sin tener que coger un bus, mi opinión sobre las estaciones de buses ha cambiado. No son nada mas que un mero lugar en el que pasar las horas muertas esperando a que llegue un autobús que te lleve a donde quieres llegar de una vez, en el que rezas que no se siente a tu lado ninguna persona extraña y que el conductor no sea un temerario.